“En el principio era la Palabra”, dicen las Escrituras. Y la Palabra libre y responsable por excelencia, pues era la Palabra misma de Dios.
Esto que es verdad en el plano religioso, con respecto a la creación del mundo y a la salvación de la humanidad, también lo es, a su manera en el plano político, con respecto a la vida en comunidad, a la vigencia de los derechos humanos y a la construcción de una democracia de verdad.
Una sociedad en donde no se habla, no se escribe y no se comunica libre y responsablemente, no es una comunidad de hombres, sino una manada de hombres reducidos a la condición de bestias. Cuando en una sociedad se impone el silencio por la fuerza, lo que se hace es provocar, tarde o temprano, un estallido, en gritos, de violencia bestial. Sin libertad de expresión no hay sociedad civilizada.
Pareciera que hay muchos derechos humanos anteriores al derecho a la libre expresión. En efecto, el derecho a la vida, a la integridad física, al trabajo y a las condiciones básicas de subsistencia, son derechos más fundamentales. Pero ello no quiere decir que vengan antes que el derecho a la libertad de expresión. El hombre es un ser histórico, que tiene que luchar para hacer valer sus derechos, para mantenerlos y para perfeccionarlos. Y esta lucha no es posible sin libertad de expresión.
Por ello, un gran demócrata latinoamericano, Eduardo Frei Montalva, afirmaba: si me dan a escoger entre el pan y la libertad, escojo la libertad, porque con ella puedo lucha por el pan, mientras que si escogiera el pan, me dejarían sin el, porque saben que no puedo luchar por el sin libertad.
La democracia es la forma más civilizada de la comunidad humana y no es otra cosa que “la progresiva realización de los derechos humanos en todos los niveles”, así como lo expresa el reciente Manifiesto de la Democracia Cristiana a los Países de América Latina. En consecuencia, la democracia exige el más alto grado de libertad de expresión y, al mismo tiempo, el más alto grado de responsabilidad en el ejercicio de la misma.
Esta libertad de expresión, en una sociedad moderna, es una exigencia compleja. Requiere, por una parte, la libertad de los medios de comunicación social. Allí donde el Estado controla estos medios, no puede haber libertad de expresión. Allí donde los medios están bajo el control de fuerzas económicas, políticas o aún, culturales, exclusivistas y prepotentes, la libertad de expresión se reduce al mínimo y hasta desaparece. Por ello, la libertad de expresión también requiere el libre acceso a los medios de todos los sectores representativos de la comunidad. Se necesita, entonces, una pluralidad de medios de comunicación social, independientes del Estado y que se mantengan abiertos a una variedad de fuentes de información y de opinión. Sin una libertad de expresión así comprendida no hay democracia de verdad en una sociedad moderna.
Luchar por la libertad de expresión, en Panamá, es luchar por una convivencia civilizada y fraterna entre todos los panameños. Es luchar por la vigencia plena de los derechos humanos de todos los panameños. Es luchar, como culminación de todo lo anterior, por una democracia de verdad para todos los panameños.
Nunca antes en nuestra historia se ha obstruido, amenazado, limitado, reprimido y aún, suprimido la libertad de expresión, como durante los últimos 14 años. Lo han hecho de manera cínica, pues no se han reducido a violar el derecho a la libertad de expresión, ni tan siquiera a rechazar su validez como derecho. Por el contrario, han pretendido crear un nuevo derecho que justifique la violación de la libertad de expresión; han convertido algunos medios y a algunos profesionales de la comunicación en cómplices de la violación de la libertad de expresión, propia y ajena. Y no contentos con impedir que se diga la verdad, se han esforzado por imponer la mentira como única verdad.
Hemos comenzado a salir de esta larga noche de libertad violada, silencio forzado y mentira impuesta. Juremos luchar por que esta noche termine definitivamente y, porque el día de la libertad de expresión despliegue toda su luminosa claridad:
Juro luchar por la palabra libre.
Juro luchar por la palabra responsable.
Juro hacer de la palabra vínculo de comunidad civilizada.
Juro hacer de la palabra fuerza de los derechos humanos.
Juro, con palabra libre y responsable, construir la Democracia.
Lo juro por Dios y por la Patria.
Porque creo que en el principio era la Palabra de Dios.
Y que la Patria debe ser la palabra de todos los Panameños.
19 de julio de 1982.
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