Si la unidad de la oposición democrática es indispensable, todos los que queremos formar parte de ella debemos comenzar por establecer una agenda para la unidad, puesto que no se trata de esgrimir una fórmula mágica, sino de realizar una tarea razonable por exigencia táctica de cambiar el régimen actual y por exigencia estratégica de construir una democracia de verdad.

Esta agenda no requiere planteamientos muy complejos, ni tan siquiera una formulación inédita. De hecho, la encontramos delineada con suficiente precisión en un trabajo publicado por el Dr. Carlos Bolívar Pedreschi, bajo el título Asamblea Constituyente y Realidad Nacional. En dicha publicación, al considerar el tema decisivo de la viabilidad de la Asamblea Constituyente, el Dr. Pedreschi afirma que lo que se requiere es “una alternativa real y al mismo tiempo confiable de poder”: real, por la fuerza política que posea y por su posibilidad efectiva de acceso al poder a breve plazo; y, confiable, por la confianza que comunique a la comunidad, en cuanto a su capacidad política para enfrentar con eficiencia, acierto y responsabilidad los problemas del Estado. Integrar esta alternativa real y confiable de poder constituye lo sustancial de la agenda para la unidad.

La fuerza política que ha de convertir a la oposición democrática en alternativa real, depende no solamente de negociaciones entre los dirigentes de los partidos que formen parte de la misma, sino además, del esfuerzo por conjugarse organizativamente, provincia por provincia, distrito por distrito, corregimiento por corregimiento; como también a nivel de las asociaciones cívicas y de los gremios socio-económicos. Solo así podrá hacerse frente, con éxitos, a cualquiera oportunidad electoral que se presente a medir fuerzas con el oficialismo y, muy especialmente, se podrá estar en condiciones de hacer respetar los resultados de dicha contienda.

Lograr una conjugación semejante es difícil, aún en el caso de organizaciones preexistentes pero lo es mucho más cuando cada uno de los componentes debe, al mismo tiempo, reforzar su propia organización. Y cuando todos deben actuar bajo un régimen como el actual, que socava, como y cuanto puede, toda agrupación independiente y crítica. De allí que sea necesario emprender esta labor lo antes posible. No es demasiado temprano para las elecciones de 1984 y pudiera llegar a ser tarde para las elecciones que se presenten antes de esta fecha, si tomamos en cuenta los recursos humanos, debidamente preparados, y los recursos materiales, en cantidad suficiente, que se necesitarían para una u otra de estas eventualidades.

Si la oposición democrática ha de tornarse en alternativa confiable de poder, tiene que responder a un doble reto. Por una parte, tiene que hacerse intérprete de las inquietudes y aspiraciones de los panameños comunes y corrientes. Las posturas y el lenguaje de la oposición democrática no pueden elaborarse a priori, con el fin de proyectarse luego sobre la opinión pública, como si esta fuera un ente pasivo, sino que deben elaborarse con atención a las actitudes que la opinión pública adopta de manera vital.

Se trata de servir al pueblo en su lucha por alcanzar metas nacionales, no de servirse del pueblo como mero instrumento de lucha en beneficio de los partidos. Por otra parte, la oposición democrática tiene que preparar programas de gobierno, al menos en sus lineamientos básicos. Para rendir un servicio concreto y efectivo al pueblo, estos programas deben tomar en consideración los otros factores de poder que inciden en la vida política panameña y que, de  acuerdo con el análisis del Dr. Pedreschi, son el factor militar, el factor capital y el factor internacional. Estos programas, en consecuencia, deben contemplar una nueva ubicación institucional para la Guardia Nacional, una estrategia estable de desarrollo socio-económico con participación promotora, no absorbente del Estado y una política internacional responsable con sentido de soberanía, en solidaridad con las democracias latinoamericanas.

Si la agenda para unidad incluye estos lineamientos, la oposición democrática resultará ser una alternativa real y confiable de poder. Y si esta alternativa le presenta al país un liderazgo plural de hombres y mujeres, comprometidos con una renovación moral de la vida pública, que descarten todo espíritu de venganza, la esperanza y el entusiasmo que se suscitará entre  todos los panameños garantizará que esta alternativa triunfe en su propósito histórico: lograr el cambio del régimen actual para crear una democracia de verdad.

Publicado en La Prensa, viernes 28 de junio de 1981