Discurso pronunciado por el doctor Ricardo Arias Calderón en el Rancho Billo de San Miguelito, el 5 de mayo de 1990, con motivo de un agasajo popular, organizado por los trabajadores demócratas cristianos (FRETRA DC) al haberse celebrado su cumpleaños el día anterior.

He dedicado toda mi vida profesional, de casi 30 años a una profesión que me enorgullece: ser maestro, ser educador, la de ayudar a la gente en mi Universidad de Panamá, esa gente que no tenía otra esperanza, otra oportunidad, de lograr una vida mejor para sí mismo y para los suyos. Cierto es que me crié entre gente que tenía poder político y confundidos por esas circunstancias, hacían política en beneficio de los poderosos y de los privilegiados.

Pero muy temprano en mi vida eché mi suerte –la única que he tirado en política– con un partido político que no está para que los poderosos tengan más poder, para que los privilegiados tengan más privilegios, más bien al contrario. Está para que el pueblo se organice, para que el pueblo surja, para que el pueblo tenga más beneficios y más esperanza y para que el derecho al bienestar sea de todos.

No me arrepiento de donde nací, como no me arrepiento de mi madre y de mi padre y de mis hermanos. Lo que escogí fue mi propia vida, una vida de educador, una vida de lucha en la Democracia Cristiana para que el pueblo sea más pueblo y sea más dueño de su destino.

Cuando  miro a mi alrededor y hoy que llega la Democracia Cristiana, por primera vez, a ser co-responsable del poder público y ser la primera fuerza política de nuestro país –de acuerdo con la voluntad soberana del pueblo panameño–, me siento orgulloso de que sea una profesional negra del Darién, de la Democracia Cristiana, quien nos represente como Ministra de Educación: Ada de Gordon.

Que sea un hombre salido de las entrañas del pueblo de la ciudad de Panamá quien nos represente como Ministro de Vivienda y quien se hizo con su propio sudor y esfuerzo: Raúl Figueroa.

Me siento orgulloso que sea un médico del interior de la República, un interiorano por todas sus raíces: Trini Castillero, quien tenga entre sus manos la salud del pueblo panameño y la reglamentación del Sistema Integrado de Salud.

Me siento orgulloso de que sea un profesional y empresario como René Orillac, quien tenga entre sus manos Obras Públicas. El pueblo somos todos y no queda ninguno excluido con tal de que esté dispuesto a entregarse para que el pueblo surja.

Por aquí vi a José Chen Barría, un chino amigo de mi alma, quien es el sub-Contralor General de la República.

Y miramos en la Asamblea Legislativa. Hay más mujeres demócratas cristianas en la Asamblea que en ningún otro sector político del país. Los legisladores más jóvenes de la Asamblea son demócratas cristianos: ¡un judío y un cristiano! Los indígenas de la Asamblea son del pueblo kuna y guaymíes, y son demócratas cristianos.

Esa ha sido mi vida profesional y política, una vida al servicio del pueblo que quiero entrañablemente. Ha sido una vida de lucha: de lucha política por la democracia. Comencé la lucha política por la democracia el 11 de octubre de 1968. Puede que otros la hayan comenzado al mismo tiempo pero nadie la comenzó antes.

Yo no esperé, como algunos esperaron, a celebrar la caída de Arnulfo Arias para después arrepentirse de ello. Yo no esperé, como algunos esperaron, a pasar por puestos de gobierno, para después arrepentirse de ello.

Yo no esperé, como algunos esperaron, para hacer negocios patrocinados por la Dictadura, para luego arrepentirse de ello.  Y a todos esos arrepentidos les he podido dar la bienvenida, porque yo estaba allí desde el comienzo de la lucha por la democracia. Y esa lucha no la di de medio lado, la di de frente. No la di en silencio o palabras a medias, la di pegando el grito en el cielo, cuando se oían pocos gritos en el cielo panameño.

En esa lucha, junto con los míos, los de mi propia familia, y de mi propio partido, sufrimos persecuciones y golpizas, arrestos y exilios y todo lo demás. Pero por esa lucha, que la di de frente, no llevaba en mi interior ni una gota de venganza, ni una gota de odio. Era una lucha por construir la democracia panameña. Era una lucha por crear un nuevo Panamá, un Panamá de libertad, un Panamá de justicia y un Panamá de hermandad. Era una lucha como solo se pueden dar las luchas políticas, con un partido político.

Un partido político no de intereses, un partido con ideología bien clara y bien puesta por delante.

Un partido político no de momentos oportunos, sino un partido de permanencia  a tiempo y contra el tiempo, para la lucha de todos los días, para el trabajo de todos los días. Un partido de democracia interna no de mandamases y de disciplina interna no de relajo.

Por eso, porque hemos dado juntos esta lucha de 21 años, no hemos cedido ante nadie y hemos ocupado siempre el papel de vanguardia. Por eso tenemos autoridad para participar en el primer gobierno democrático, el que preside nuestro presidente Guillermo Endara Galimany.

Porque hemos  luchado, luchado por la democracia. Porque he puesto mi vida al servicio de la democracia, yo no dejaré sin una pelea –y una pelea de frente, a diestra y siniestra- al que calumnie mi honra sin autoridad moral para hacerlo. Tampoco dejaré sin una pelea ¡una pelea recia y de frente! A quienes quieran desprestigiar al partido más peleador, al mejor organizado y más responsable que tiene la República.

Tampoco permitiremos, sin una pelea de frente, a los que quieran malograr la democracia, esta democracia que tanto nos ha costado construir, con chismes, con rumores, con maledicencia y con irresponsabilidades. Aunque se escondan detrás de magistraturas y de fiscalías.

Seguiremos la lucha ya empezada por la democracia. La seguiremos contra quienes confundan la justicia con el linchamiento en titulares de periódicos; tal como lo hacía Noriega. ¡Pareciera que tuviera émulos hoy en día!

Seguiremos esta lucha contra quienes quieren desprestigiar a los partidos políticos sin ofrecer ninguna organización alterna, capaz de sustentar un gobierno, porque hoy por hoy, quienes sustentamos el gobierno somos nosotros.

Seguiremos en la lucha contra quienes en lugar de jugar francamente con la alianza de ADO Civilista, en el Ejecutivo y en la Asamblea, buscan alianzas con el PRD, para ver si los meten en el gobierno.

Así como la democracia tuvo sus adversarios bajo la dictadura, ahora encontramos quienes, consciente o inconscientemente, buscan socavarla. Vamos a la lucha de nuevo, esta vez para salvaguardar la democracia y por lucha como siempre hemos luchado, fuerte y limpiamente, dando la cara a quienes luchamos.

Vamos a llevar esa lucha contra quienes creen en rumores y tienen la osadía de creer que pudiera haber un golpe de la Democracia Cristiana, cuando si hay un partido que ha sido leal con sus aliados, somos los demócratas cristianos.

Vamos a dar esa lucha contra quienes, queriéndolo sin quererlo, socavan la democracia y nuestro empeño por lograr una gran obra de Gobierno.

Vamos a luchar en democracia, porque se ponga por delante un plan de gobierno que ayude a los que no tienen ahora empleo, porque eso es indispensable.

Vamos a luchar por apoyar a nuestra Ministra de Educación, para que pueda aprobar una nueva ley del sistema educativo, la que encauce la educación de manera moderna y democrática, tal como lo ha reclamado el país desde hace más de una década.

Vamos a luchar  no por desintegrar el Sistema Integrado de Salud, dejando a miles de personas sin una atención adecuada, sino porque se respete la autonomía del Seguro Social y se reglamente el Sistema Integrado de Salud, para que haya buena atención para todos los panameños.

Vamos a luchar para que se democraticen los sindicatos de nuestro país y se terminen las componendas con seudo-dirigencias, las que nadie ha elegido a lo interno de los sindicatos.

Vamos a luchar por una política exterior que sea de dignidad nacional, de alianza con las fuerzas democráticas y de ayuda a la reconstrucción económica de nuestro país.

Vamos a luchar para que podamos cumplir la segunda parte de nuestra promesa: Prometimos democracia y una vida mejor; ya hemos dado un gran paso hacia la democracia y no se hubiera podido dar sin nosotros. Se dio con nosotros, por nosotros y eso hay que decirlo. Ahora, todos juntos en el Gobierno del Presidente Endara, tenemos que cumplir con la promesa de darle a nuestro país una vida  mejor.

Que se terminen los rumores y los chismes, las desconfianzas. Que se termine la especie de intento, de ciertos grupúsculos, por paralizar la obra del Gobierno. Que el Presidente, asumiendo su plena responsabilidad presidencial y apoyado plenamente por nosotros, se dedique a hacer una obra de Gobierno que de una vida mejor a nuestro pueblo, ¡que la reclama a gritos!

Yo he puesto una vida como educador y una vida como luchador político en manos del pueblo panameño y me alegra hacerlo, además decir hoy, en manos de gente que vive en San Miguelito. Mientras algunos se dedican a juegos y rejuegos artificiales, el pueblo sufre, pero el pueblo sigue teniendo confianza en su Gobierno. El pueblo se angustia pero sabe que tiene más seguridad de la que tenía bajo la dictadura. Lo que el pueblo quiere es que su Gobierno gobierne democráticamente y haga la obra social y económica que la democracia, que ya hemos logrado, se merece. Para eso estaremos presentes. Y si no es para ¡no estaremos presente!

Me queda un último testimonio. A mí hasta risa me da decirlo. Me decía una de las personas que ahora me proporciona seguridad, que en los primeros días esperaban que yo les dijera cuando iría a mí otra casa. Yo solo tengo una casa, porque Dios me ha dado una mujer de la que sigo enormemente enamorado y a quien le quiero agradecer, de todo corazón, que me haya acompañado y que me acompañe, en los momentos duros de antaño y en los momentos, también duros, de la actualidad. Ella, aunque no nació en esta tierra, es más panameña que muchas otras.